ilustración cubierta libro alejandro galliano
Ilustración de Guido Ferro

¿Por qué el capitalismo puede soñar y nosotros no?

El historiador y docente argentino de la Universidad de Buenos Aires, Alejandro Galliano, nos presenta su libro ¿Por qué el capitalismo puede soñar y nosotros no? (siglo XXI editores, 2020). Un interesante texto de mirada crítica que indaga en algunas claves desde las que repensar el futuro, ahondando en algunos de los déficits viciados de la política actual; su déficit de imaginación o su impotencia derivada ante los desafíos que vienen.

¿Por qué el capitalismo puede soñar y nosotros no? es un libro sobre el futuro, o sobre las ideas que tenemos del futuro. En el año 2017 tuve que investigar y entrevistar a un puñado de empresarios innovadores. Descubrí que tenían respuestas para preguntas que yo no me había hecho: explicaciones e interpretaciones interesadas pero coherentes y atractivas sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la sociedad y el mundo del trabajo, nuevos modelos de negocios que involucran nuevas formas de empresa y de consumo, la reconfiguración de las redes de comercio e inversión internacionales, etc… Cuestiones para las que la izquierda, espacio político y cultural al que pertenezco, no tenía otra estrategia que el rechazo en bloque. Esto es comprensible: años de hegemonía neoliberal habían llevado a la izquierda (populista o no) a acantonarse en la resistencia o a someterse al consenso de mercado. Incluso los gobiernos progresistas latinoamericanos de la primera década del 2000 cifraban su éxito en la capacidad de resistencia o adaptación a unas condiciones económicas que imponía el capitalismo global. No había una idea de futuro que distinguiera a la izquierda. Sin embargo, investigando descubrí a toda una constelación de ideas de izquierda sobre el futuro, dispersa e incomunicada. Sólo había que reconstruirlas y sistematizarlas. 

El libro contiene una premisa, un diagnóstico y siete propuestas. La premisa es que cualquier acción humana necesita una idea o, al menos, una imagen de futuro, más aún las acciones políticas; y que esa idea de futuro ya está contenida en las condiciones presentes. Los primeros dos capítulos analizan esas condiciones presentes bajo el concepto de capitalismo 4.0. El diagnóstico es que la izquierda, entendida en un sentido amplio y laxo, no tiene una imagen de futuro hace cuarenta años: es defensiva, aún cuando es exitosa. El tercer capítulo arriesga las posibles causas y naturaleza de esa carencia de futuro. Las propuestas son una sistematización de ideas y proyectos que están discutiéndose en este momento en diferentes ámbitos, ordenadas sobre dos criterios que son también los dos grandes datos del presente que considero premisa para cualquier futuro: la escasez de recursos naturales y la disrupción tecnológica. La segunda y tercera parte del libro estudian esas propuestas: economía popular, decrecionismo, animalismo, economía post escaséz, aceleracionismo y transhumanismo. El último capítulo estudia la productividad política de pensar el fin del mundo.

Al momento de escribir, busqué sintetizar las ideas de la manera más clara y completa posible, al tiempo que presentar una crítica fundamentada de cada una. El libro no presenta un programa político unitario sino puntos de partida diferentes, casi incompatibles, para pensar un futuro distinto. En ese sentido, no es una tesis ni un panfleto, a este libro lo completan los lectores.

Cubierta

Fragmento del libro seleccionados por el autor

«Al final de este libro queda claro que las diferentes ideas de futuro que vimos hemos recorrido nos están hablando del presente, de sus recursos y posibilidades. Imposible hacer una síntesis conciliadora de todas, son justamente sus diferencias irreconciliables las que organizan este libroensayo. Pero podemos decir que la economía social nos provee de un sujeto: la masa marginal que crece en el tejido social pero también en cada uno de nosotros a medida que el capitalismo 4.0 nos precariza. El decrecionismo nos da un escenario, un diagnóstico: el agotamiento de los recursos. Inapelable, imposible de relativizar o deconstruir, un reencuentro con la objetividad de las cosas. La economía postescasez nos otorga herramientas: las nuevas tecnologías, los nuevos materiales y formas de organización que se desarrollaron en el capitalismo 4.0 y que podemos tomar para superar sus límites y patologías. El aceleracionismo nos provee una ideología, un sistema de valores y de imágenes con el cual encarar la lucha contra la escasez y por el control de aquellas herramientas, mudando la nostalgia en imaginación. El animalismo y el transhumanismo son memento mori civilizatorios, llevan las propuestas anteriores lo suficientemente lejos como para recordarnos que la humanidad no es el último capítulo de la Historia, que la conquista del futuro puede costarnos esta identidad que nos acompañó tanto tiempo.

«Sin embargo, por debajo de todas estas posibilidades, nos recorre el fantasma del fin del mundo, del colapso de toda posibilidad. No se trata, como lo vimos en la Parte I, de la imposibilidad de pensar el futuro, sino de pensar la imposibilidad del futuro. El placer morboso de imaginar el fin de todo para no tener que imaginar nada más. Una droga cultural que nos acompaña hace milenios. Pero el futuro llega igual. Durante las colectivizaciones soviéticas de los años treinta, los campesinos vieron en Stalin al Anticristo que traía el Apocalipsis. El juicio no era inmerecido, era errado: después del fin del mundo el mundo siguió existiendo. Y nosotros vivimos en él, como los campesinos que vivieron sus vidas en las granjas soviéticas que creó el estalinismo. Luego de la caída del comunismo, el gobierno ruso las privatizó y los campesinos, una vez más, resistieron. Un nuevo apocalipsis. Y el mundo siguió existiendo.

«Se han escrito muchos libros sobre el fin del mundo, sobre sus posibilidades concretas y sobre su fantasma, los milenarismos antiguos y modernos. En los últimos años se multiplicaron los productos culturales sobre un hipotético colapso de la Humanidad. El efecto de semejante intoxicación parece oscilar entre la fascinación morbosa ante un destino contra el que no podemos luchar y el escepticismo que niega cualquier problema y tacha de catastrofista e irracional cualquier diagnóstico. Entre la parálisis y la negación hay una salida más productiva: asumir el fin del mundo para hacer algo con él, lograr pensar un mundo después del fin del mundo. Para eso habrá que hacer una autopsia del Apocalipsis, una idea mucho más moderna y banal de lo que creemos.»