Mark Boyle

Camino de vuelta. Historias de una vida sin tecnología

Camino de vuelta (Historias de una vida sin tecnología), obra del periodista y autor irlandés Mark Boyle (VOLCANO Libros), describe su experiencia durante un año, después de deshacerse de cualquier herramienta o dispositivo tecnológico, para construir una pequeña cabaña en un terreno cerca de Galway y vivir «sin electricidad y sin ninguna de las comodidades que había dado por sentadas durante la mayor parte de mi vida». Su relato está compuesto por las historias que fue escribiendo a lápiz y que envió por correo al editor de The Guardian, diario donde tuvieron una gran aceptación por parte de los lectores. Desde 2016, Boyle continua viviendo en su cabaña.

Sin embargo, él mismo se encarga de explicar que las páginas que escribe «no son tanto la historia de un hombre que vive sin tecnología como una serie de observaciones, cuestiones prácticas, conversaciones con vecinos, aventuras y reflexiones que espero que ayuden a comprender la vida de alguien que ha intentado eliminar los excesos de la modernidad para regresar a los componentes básicos de la existencia».

Mark Boyle se atrevió a hacer una pausa y dar un cambio radical a su vida. Sin agua caliente, coche o electricidad, ni ninguna de las cosas que funcionan con ella: internet, teléfono, lavadora, radio o bombillas. Solo una modesta cabaña de madera en un pequeño terreno en Galway.

Camino de vuelta es el retrato, lleno de lirismo y sinceridad, de una vida sin tecnología. De una existencia reducida a lo más elemental (construir un hogar, hacer fuego, beber de un manantial, cultivar o pescar), gobernada únicamente por los ritmos del sol y de las estaciones, muy parecida a la que hemos vivido durante la mayor parte del tiempo en nuestro paso por la Tierra. Acercarse de nuevo a ella ayuda a comprender qué significa ser humano y, sobre todo, que renunciar a muchas de las cosas que consideramos imprescindibles en la vida puede ser no un sacrificio sino una liberación.

No recuerdo la última vez que pasé un día entero sin hacer nada. Cuando se vive de esta forma, pasarse un día vagueando en la cama casi te puede costar la vida. No existe ninguna de las comodidades –grifos que abrir, botones que apretar, calefacción que programar, cafeterías a las que ir o interruptores que pulsar– que te permiten tener todo un día de relax. Siempre hay algo. Siempre. La parte buena es que la mayoría de los días me siento absolutamente vivo.