Cerbantes Park, de Carlos Robles Lucena

Criticamos mucho a Twittermea culpa—, pero, alguna vez, nos acerca cosas interesantes a las que no llegaríamos de otra manera. Pasa, por ejemplo, con algunos libros. Y es que, debido al aluvión de novedades editoriales es frecuente no ver pasar lo que te gustaría leer. En este caso, el primer contacto fue gracias a un tuit del poeta Xavier Rodríguez Ruera, sin esa triangulación virtual, probablemente seguiría sin haber leído a Carlos Robles Lucena, y no habría disfrutado Cerbantes Park (Navona, 2022).

«Algunas noches me despierto temblequeando y pienso que, en realidad, el parque me lo he inventado yo», así empieza.

Carlos Robles Lucena, es escritor, de Terrassa, profesor y crítico cultural. Cerbantes Park (Navona) es su primera novela. Previamente, ha publicado el libro de relatos No pregunten por Gagarin (Témenos Edicions, 2014). Forma parte de la fértil revista cultural Kopek —muy recomendable, por cierto—.

Cerbantes Park
Cubierta

Cerbantes Park es la historia de Jacob Expósito, letraherido, moralista exquisito, escritor sin obra; el Comisario, ingenuo y cínico a partes iguales, quijote con ínfulas del extrarradio barcelonés, soñador venido a más; y, un proyecto común estrambóticamente irrealizable: abrir el primer parque de atracciones dedicado exclusivamente a la literatura, «un juguete hermoso, frágil y poco rentable».

¿Se puede armar un texto literario verosímil desde esas premisas? Partiendo de unas conjeturas narrativas de difícil novelización, Robles Lucena aparta lo protocolario y asume con audacia el reto literario, demostrando que sí puede hacerse, escribe y escribe hasta conseguirlo, y lo solventa, además, de manera sobresaliente, encauzando con naturalidad todos los elementos aparentemente dispares, haciendo honor a una de las frases cenitales que aparecen en el libro: el espíritu de Bolaño te permite resistir.

«Esos tipos habían inventado el futuro casi sin proponérselo».

Cerbantes Park rastrea con línea clara y agilidad narrativa las peripecias de estos dos condes suburbiales, y sus inevitables encontronazos con los fracasos y los sueños; el libro destaca tanto en la forma como en el fondo, así como en un buen uso de reflexiones metaficcionales que amplían y enriquecen la lectura, «Y la vida entera se nos llenó de ficción pura, ni cortada ni adulterada. Y la ficción se nos llenó de vida».

¿No habría algo intermedio entre el venderse y la derrota?

Tanto el territorio mítico del barrio, como los problemas, desafíos y contradicciones implícitas de lo que sea a lo que llamamos clase obrera, son tratados con honestidad, sin embellecimientos forzados ni juicios de valor, nada aparece idealizado ni filtrado por los diagnósticos de los expertos en sociología o la asepsia aburrida de lo institucional, algo que, hoy en día, es muy de agradecer.

«¿Será verdad que para los lugares más humildes no habrá más salida que la gentrificación o la decadencia? ¿Y para las personas? ¿No habría algo intermedio entre el venderse y la derrota?».

Conviene añadir, que, tratándose de un texto soberbio de estilo originalísimo, es, a su vez, un homenaje sincero del autor a su recorrido lector, leal con lo leído, reconociendo que Cerbantes Park no habría sido posible sin la inspiración de los textos de Ricardo Piglia, Foster Wallace, Vicente Luis Mora, Belén Gopegui, Juan Trejo, Lorrie Moore, Javier Pérez Andújar, Jonathan Franzen, Onetti o George Saunders, casi nada.

«Tal vez los libros no sean lo que son, sino lo que los lectores quieren que sean».

Cerbantes Park es, además, un motin meditado y eficaz contra esa idea de extinción en la que muchos sitúan a la novela literaria, pero la literatura se lleva bastante mal con lo previsible. Gracias, Twitter —aunque solo sea por esta vez—.