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Bulbancha. Música, calle y resistencias desde New Orleans

Bulbancha, «lugar de muchas lenguas», era el nombre por el que los nativos americanos conocían el territorio sobre el que los colonos franceses construyeron la ciudad de Nueva Orleans para aprovechar las conexiones comerciales que favorecía el río Misisipi. La zona, lastrada por unas condiciones climatológicas y geográficas desfavorables, se convirtió desde sus orígenes en un lugar de encuentro, refugio e intercambio cultural. Y también en el escenario de múltiples injusticias.

A pesar de las circunstancias, fue la primera ciudad de Estados Unidos que contó con un barrio afroamericano y una ópera, y en sus calles se fraguó un género musical de carácter popular —el jazz— que revolucionó todo el planeta. A través de catorce historias en formato «documental» — como lo define su propio autor, Jacobo Rivero—, y de múltiples conversaciones con personas que están ligadas a la ciudad, este libro nos ofrece un deslumbrante retrato de Nueva Orleans como espacio de cooperación colectiva y ejemplo de rebeldía política y artística. Sus páginas nos invitan a visitar Santiago de Cuba, Haití o Lavapiés para reconstruir la fascinante historia de mestizaje cultural que ha dado lugar a lo que conocemos como sonido de Nueva Orleans. En el transcurso de ese viaje, nos encontraremos con figuras como Louis Armstrong, Federico García Lorca, Sweet Emma, Allen Toussaint, James Booker, Cole Williams o Leyla McCalla, y también conoceremos de primera mano las desventuras y andanzas de la diáspora flamenca, la incansable actividad del Black Lives Matter y la valiente lucha de las Brigadas Internacionales.

«El jazz era para nosotros un sistema de libertades sujeto a una disciplina libremente aceptada de vínculos integrales entre un individuo y un grupo. Como tal, pasó a ser la mejor metáfora de la libertad que cualquier cultura haya creado jamás»

Leopold Tyrmand

MÚSICA, CALLE Y RESISTENCIAS DESDE NUEVA ORLEANS

Se trata, pues, de una obra apologética en la que se defiende la música como herramienta de resistencia, la construcción de comunidades sólidas y la fuerza contestataria de la creatividad individual y colectiva. En Bulbancha. Música, calle y resistencias desde New Orleans (Clave Intelectual, 2021), el escritor José Manuel Caballero Bonald afirma: «El paso de la pandemia dejará música». Y Alison Toussaint, consciente de que vivimos un tiempo convulso cuya funesta sombra acecha en cada página del libro, señala a su vez: «La cultura puede cambiar las cosas. Ahí está nuestra fuerza».

Jacobo sitúa a los habitantes de Nueva Orleans como guerreros culturales que crean una fortaleza alrededor de la ciudad para protegerla del capitalismo avanzado que se desmorona fuera de nuestras murallas.

Lily Keber
Bulbancha
Cubierta de Bulbancha

A continuación, os ofrecemos como adelanto un fragmento de Bulbancha.

Leopold Tyrmand fue durante toda su vida un verso libre, una persona que, por encima de todo, creía en la libertad y que se enfrentó con cualquier tipo de imposición autoritaria. Nació en Varsovia en una familia de comerciantes judíos y durante la Segunda Guerra Mundial atravesó media Europa con documentación falsa, fue prisionero de soviéticos y nazis y sobrevivió a un campo de concentración. Terminada la contienda, emigró a Estados Unidos. En una conferencia en la década de 1980 que llevaba por título «Sobre la libertad», señalaba: «El jazz era para nosotros un sistema de libertades sujeto a una disciplina libremente aceptada de vínculos integrales entre un individuo y un grupo. Como tal, pasó a ser la mejor metáfora de la libertad que cualquier cultura haya creado jamás». Tyrmand contó en aquel encuentro cómo en el año 1943, mientras trabajaba con identidad falsa en un local clandestino de jazz en Fráncfort y sonaba el disco Really the Blues, del clarinetista negro de Nueva Orleans Sidney Bechet, se acercó a un oficial de la Gestapo que estaba en la sala, de permiso pero con uniforme, y le preguntó: «¿En qué le hace pensar esta música?». A lo que el alemán respondió: «En personas libres»
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El jazz nació en Nueva Orleans, producto de la convergencia de diversas influencias musicales que se encontraron en una ciudad que a principios del siglo xx era la más multirracial del mundo. Su origen es popular y su constitución como género musical solo puede entenderse, precisamente, si se tiene en cuenta esa voluntad de liberación individual y colectiva que señalaba Tyrmand y que se oponía a los gustos de las élites de entonces. El musicólogo Ted Gioia define así el proceso de creación: «El lenguaje del jazz se desarrolla en contextos en que conviven culturas distintas, porque está orientado hacia fuera y ávido de nuevas fuentes de inspiración».

La particularidad de Nueva Orleans es que desde su origen, por circunstancias de la historia, esa sinergia de encuentro de culturas fructificó como una identidad propia, única en su momento. Un lugar de encuentro cuyos antecedentes son previos a su fundación como ciudad, dentro de la colonia francesa de Luisiana, en un terreno donde los nativos americanos habían instalado una zona para el comercio entre diferentes comunidades por la conexión de puntos estratégicos a través del río Misisipi. Ese territorio era conocido como Bulbancha, que en dialecto choctaw significaba «lugar de muchas lenguas». Curiosamente, ese punto de convergencia de grupos lingüísticos, como espacio de agregación e intercambio comercial de pueblos distintos con muchas lenguas, ha acompañado a la ciudad desde su origen y a lo largo de su historia. Ese poder fundacional de construcción social a partir de culturas diversas es especialmente relevante hoy, en un contexto donde se agita con devoción el espantajo de las identidades excluyentes, aquellas en las que se trata de poner en valor un supremacismo que avala un discurso y unas formas de violencia estructural constantes. No solo en Estados Unidos, también en muchos otros países del mundo

Este libro trata de alguna forma de combatir esas derivas destacando la fuerza de la cultura no solo como espacio de creación y proyección de dinámicas rebeldes y como lugar de resistencia contra la uniformidad, sino también como potencia a la hora de construir comunidades de cuidados, a partir principalmente de la música. Ted Giogia lo expresa así: «Las canciones enriquecen la vida cotidiana de las pequeñas comunidades, las familias y los individuos». Y a continuación añade: La música puede derrumbar jerarquías y las normas establecidas, subvertir las convenciones gastadas o antiguas y reivindicar otras nuevas y atrevidas».

«La cultura puede cambiar las cosas. Ahí está nuestra fuerza».

Alison Toussaint

*Nota de prensa