Huéspedes Julio Botella Portada

Huéspedes: Historias cruzadas para indagar en la huella psicológica.

Descubrir a un nuevo narrador tiene que ver con encontrar un punto de vista nuevo sobre el mundo que vivimos.

Si pensamos en cómo hemos llegado hasta aquí, hasta la vida que llevamos, en seguida nos vienen a la cabeza las decisiones que hemos ido tomando. ¿Dan cuenta, de verdad, de nuestro estado de ánimo actual o nos falta algún dato para entender nuestras reacciones a lo largo de la vida?

El narrador del primer relato de Huéspedes (De Conatus, 2021) vislumbra la posibilidad de estar transmitiendo su frustración a alguna de sus hijas y eso le lleva a pensar en lo que le ha sido transmitido a él. Y ahí empiezan las historias que componen el libro, historias de personajes que se mueven impulsados por una especie de parásitos psicológicos que se transmiten de generación en generación.

Huéspedes Julio Botella
Portada de Huéspedes de Julio Botella

La hondura psicológica de las historias y de los personajes se basa en la idea de la transmisión de emociones pasivas en las familias.

Cada personaje es huésped de una emoción destructiva que viene determinada por vivencias oscuras de algún antepasado. Estos huéspedes son de alguna manera victimarios de sus descendientes y víctimas de sus progenitores.

Un padre es consciente de la herencia de celos y frustración que está transmitiendo a su hija y se propone cortar esa cadena de transmisión. Un niño sufre acoso en el colegio por su torpeza social que está causada por la frustración del padre. El enfrentamiento a su propia muerte de un famoso médico lleva al narrador hijo a un aumento de su consciencia. La abuela que abduce a su nieta con una nana obsesiva es inconsciente de un posible abuso en su infancia, pero está transmitiendo la necesidad enfermiza de ser el centro de atención. Un verano de infancia en el pueblo lleva al narrador a la imposibilidad de crear una vida digna por un abuso que termina silenciado.

Algunos relatos, aunque están redondos en su construcción, terminan en otros. La naturaleza, vegetal y animal, actúa como una realidad paralela que marca un orden natural que los personajes no siguen.

La hondura psicológica de las historias y de los personajes se basa en la idea de la transmisión de emociones pasivas en las familias.

Julio Botella descubre un campo psicológico de investigación literaria. Su estilo es minimalista, siempre a la búsqueda de imágenes contundentes que obliguen al lector a participar del descubrimiento que esconde el relato. Y su campo de batalla, la vida cotidiana, el día a día.

Julio Botella

Los escenarios están centrados en la ciudad de Madrid: desde un restaurante chino cerca de Gran Vía, a un mercado del centro. Casas a las afueras de la ciudad, barrios de chabolas, urbanizaciones, pisos en barrios, hospitales o centros de ancianos. El verano en el pueblo castellano o la estancia en Cincinnati en los Estados Unidos sirven de contraste para resaltar la realidad cotidiana madrileña.

Descubrir a un nuevo narrador tiene que ver con encontrar un punto de vista nuevo sobre el mundo que vivimos.

Si buscáramos alguna similitud con otros autores de relatos, podríamos pensar en Ignacio Aldecoa, pero es el debut de un escritor nuevo que ha buscado su voz narrativa desde la necesidad.

«Por lo demás, tenía sus cosas, quién no. A veces era un poco rabiosete y se frustraba con las injusticias cuando no podía explicarse bien, algo comprensible, ¿no?, nada fuera de lo normal. Se comía los capuchones de los bolis y las costras de las heridas, si las alcanzaba. Chupaba el sabroso hierro de los radiadores y si pillaba un clavo, un tornillo o un muelle gordo de fresquito gusto a metal, también, a la boca. Adrián se ponía pilas de petaca en la lengua para notar el cosquilleo de la corriente eléctrica, hablaba siempre con miedo a equivocarse y tenía unos ojos que, más que tristes, miraban afuera con miedo. Adrián dejaba siempre su lectura boca arriba en la mesilla de noche antes de dormir, y siempre, siempre, tuvo algún tic. Ah, y para poder dormirse, de pequeño tenía que mecerse en la cama boca abajo dándose de cabezazos contra la pared. Muy raro. Su mejor, su único amigo, era Balú, su perro. No, Balú era al único a quien quería de verdad. Desde que hizo
la primera comunión era el único por el que pedía cuando rezaba, no muy convencido, eso sí. Pero por si acaso.
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Fragmento de Huéspedes de Julio Botella