extremadura afan de miseria
Paisaje, Tierras, 1978 (Godofredo Ortega Muñoz)

Extremadura: Afán de miseria

VICTOR CHAMORRO, EL ARTE DE DESENTRAÑAR EXTREMADURA

Ha sido y es el gran partisano de la literatura y de la historia en Extremadura, nuestro Eduardo Galeano, el que contó como nadie las venas abiertas de esta tierra, herida de latifundios y caciques. Ha trabajado por la memoria, el lenguaje, la cultura y la identidad de Extremadura más que cualquiera de sus consejeros, diputados o presidentes. Y también, durante décadas y como pocos, ha conocido la amargura del ostracismo.

Extremadura Afán de miseria [editorial Jarramplas, 2022] es el libro subversivo de un escritor insumiso. Un hermoso panfleto de combate que vuelve a ver la luz 44 años después de su primera publicación en 1978. Un destello bravío de lucidez y coraje que nos habla de la Otra Transición, la que nunca se nos contó. Un libro mítico que, junto a Extremadura saqueada, constituyó el nutriente ideológico fundamental de quienes soñaron y lucharon por una región y un país con democracia real y justicia social, por un tiempo en verdad nuevo que definitivamente rompiera el cordón umbilical con el franquismo.

De la historia nos muerde la nuca a la lenta impaciencia. Con ese bello título José María Antentas glosaba la trayectoria del filósofo marxista francés Daniel Bensaïd. Parafraseándolo podríamos afirmar que Afán de miseria es un libro de cuando la historia nos mordía la nuca a los habitantes de la piel de toro. Pero cuando Víctor Chamorro lo escribió ya se había fajado a conciencia en las lides de la literatura. Desde muy joven se había convertido en un devorador de libros.

Extremadura Afán de miseria es el libro subversivo de un escritor insumiso. Un hermoso panfleto de combate que vuelve a ver la luz 44 años después de su primera publicación en 1978.

Historia, antropología, sociología, filosofía, todo junto, y trabándolo el nervio poético y la vinculación con el pueblo de Extremadura. Víctor, como Eduardo Galeano, es un destructor de aduanas de la palabra, un transgresor de las fronteras que separan los géneros. “El mayor historiador ha sido Shakespeare. Se puede hacer historia rigurosísima sin soltar al lector de la garganta”, afirma.

Extremadura, afán de miseria es un libro cuya publicación en diversas ediciones durante 1978 y 1979 tendrá una enorme repercusión. Tres son las razones, en mi opinión, por las que la obra irrumpe con fuerza en las aguas generalmente mansas de la sociedad extremeña. La construcción de un relato alternativo sobre la historia de Extremadura, la intervención en la coyuntura política de la Transición y el tono vibrante, característico de un manifiesto, con el que está escrito, es el original trípode en el que se sostiene. Argumentos sólidos y nuevos, voluntad de transformación social y belleza literaria; el qué, el cuándo y el cómo, en un perfecto engranaje que exuda autenticidad y valentía.

El Manifiesto de la Extremadura por crear

Empecemos, aunque sea poco ortodoxo, por el cómo. Extremadura, afán de miseria no es un libro deslumbrante sólo porque exalte el ejemplo de liberales como Muñoz Torrero, o desvele la epopeya del 25 de marzo de 1936 o relate con garra las luchas populares durante la transición, con ser todo ello importante. Lo que seduce desde sus primeros párrafos es su impronta al mismo tiempo irreverente, punzante y de urgencia.

Extremadura, afán de miseria es un manifiesto. No es un ensayo al uso, ni una crónica, ni un testimonio -rótulo con el que subtitularon al libro, a salvo de mejor palabra para designar la anomalía-. No es un texto que corresponda a las características de ninguno de esos subgéneros, aunque tenga elementos de todos ellos. Es un manifiesto, un texto -por decirlo con las palabras de Louis Althusser- “que pertenece al mundo de la literatura ideológica y política, que se posiciona y toma partido. O, dicho con mayor exactitud, es un texto que es una llamada apasionada a la solución política que anuncia”. Althusser describía así esta particular modalidad de escrito, al analizar simultáneamente dos de los grandes manifiestos en la historia, El príncipe de Maquiavelo, y El Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Un manifiesto, señalaba el filósofo francés, reclama no sólo alterar el dispositivo clásico del discurso, sino también su escritura. “Un Manifiesto exige ser escrito en formas literarias nuevas (…) con un estilo nuevo: claro, denso, vigoroso y apasionado”.

Aquí, en este libro, hay un legado secreto, la huella del “todavía no”, el rastro del lenguaje más genuino, las banderas escondidas de una revolución pendiente.

El libro de Víctor Chamorro reúne también otra característica común a este excepcional tipo de alegato, a saber, la capacidad para ligar el análisis de la coyuntura y la estructura; la facultad para construir constelaciones de sentido que integren pasado y presente, sociología y antropología, literatura y política. Afán de miseria es uno de esos luminosos textos que producen saber de un modo sustancialmente distinto al que suele reconocerse desde las academias. “Para saber hay que tomar posición”, afirma el historiador de arte Didi-Huberman. No es nada fácil, implica situarse dos veces, en dos espacios y dos temporalidades distintas. En el presente de los deseos, por un lado, y en el pasado que nos engloba y condiciona, por otra; en la implicación activa y, al tiempo, en la capacidad para distanciarse. “No sabemos nada en la inmersión pura, en el en-sí, en el mantillo del demasiado-cerca. Tampoco sabremos nada en la abstracción pura, en la trascendencia altiva, en el cielo demasiado-lejos”.

Nuestro libro nace de ese doble movimiento. Son los años cruciales de la Transición y Víctor Chamorro está entregado en cuerpo y alma a la posibilidad de una transformación profunda de Extremadura y España, a la expectativa abierta de una genuina ruptura democrática. Víctor piensa y produce conocimiento y verdades aguijonado por la coyuntura. Junta los saberes atesorados en su investigación personal con la inquietud y la experiencia de lucha colectiva, la palabra limpia y la rabia digna, el aura y la subversión. Y de ahí nace este texto arrebatado de sinceridad y esperanza.

A Julio Anguita le gustaba recordar, parafraseando a Spinoza, que el discurso profético crea su propio pueblo. Los poderosos suelen ser quienes mejor saben interpretar la potencialidad subversiva de ese género de discursos. Entre otras cosas, porque disponen de una red de instituciones, servidores y lampuzos diversos, bien recompensados todos, cuyo fin es detectar y desactivar las rebeldías nacientes.

Desentrañar. El verbo aparece de forma obsesiva, sobre todo al principio. Ese es el principal objetivo del amoroso artefacto que Víctor está poniendo en pie. Sacar las entrañas de la historia de Extremadura, penetrar en lo más dificultoso y recóndito de su infortunio, devolver al pueblo el conocimiento de la parte más esencial de su identidad.

En Afán de miseria, Chamorro prevenía sobre “los nuevos caciques”, “los nuevos colonizadores” y “los advenedizos voceros de la libertad”. Tanto en aquel libro como en su intervención, al año siguiente, en el I Congreso de Escritores Extremeños, nuestro autor alertará contra los chaqueteros y arribistas que están proliferando, después de haber hecho “un cursillo acelerado de democracia”. Certero, escribirá: “Intentemos adivinar quién nos va a señalar el nuevo camino. Porque ya se adivina a los nuevos amos. Vienen con afeites, con relucientes máscaras. Con cartón piedra en sus antiguas caras de cemento”.

Los usufructuarios eternos del poder en Extremadura y los nuevos gerifaltes en formación tomarán buena nota de aquellas inquietantes palabras. Y pondrán su máquina de arrinconamiento a funcionar, manipulando burdamente el sentido del título. “Quizás por ambiguo, no ha sido entendido suficientemente bien. Yo no he pretendido decir que Extremadura tenga vocación de miseria, sino que todo el sacrificio, el esfuerzo, el afán de un pueblo conduce al callejón sin salida de la miseria”, aclarará Víctor Chamorro en vano, a pesar de la nitidez de las tesis defendidas en el libro.

Cubierta libro Extremadura Afan de miseria
Cubierta

Érase una vez una tierra madrastra

Desentrañar. El verbo aparece de forma obsesiva, sobre todo al principio. Ese es el principal objetivo del amoroso artefacto que Víctor está poniendo en pie. Sacar las entrañas de la historia de Extremadura, penetrar en lo más dificultoso y recóndito de su infortunio, devolver al pueblo el conocimiento de la parte más esencial de su identidad. Desentrañar en todas las acepciones que el diccionario recoge para esa palabra.

Afán de miseria es el laboratorio donde se está fraguando la Historia de Extremadura, su antecedente inmediato. Ahí están ya todas las claves fundamentales que aparecerán en su obra más señera: la recuperación de las raíces y la memoria de los olvidados, la desmitificación del relato dominante sobre Extremadura como “tierra de conquistadores”, el pecado original del latifundio, la pirámide del caciquismo, inasequible al desaliento, la dicotomía de las dos Extremaduras, el genocidio de la emigración o el análisis de los dispositivos que convierten la región en una colonia interior. Y también emerge una singularidad que llama la atención poderosamente: la concepción del autor sobre la Historia y la forma en que esta se escribe.

Víctor Chamorro inaugura en Extremadura una forma de entender y escribir la historia. Una condensación riquísima y original que pareciera alimentarse al mismo tiempo de manantiales tan diversos como Walter Benjamin, Edward Thompson, Eduardo Galeano, la historia social, la microhistoria o la historia de larga duración. “En estas piedras hay dolor, hambre y sangre”, escribe Chamorro, dibujando la “orgía de granito” en la ciudad vieja de Cáceres. “Piedras que son nobles no por el que las mandó colocar sino por tanta mano anónima como las levantó”. Walter Benjamin asiente al fondo, recordándonos que todo documento de cultura lo es a la vez de barbarie, que la belleza se alza sobre la anónima servidumbre. “Érase una Extremadura de nobleza laico-religiosa, dueña de la tierra, y de braceros, pastores, trajinantes, pequeños comerciantes, contrabandistas, mendigos y parados”, escribe Víctor. Y ahora es Edward Thompson quien apuntala el empeño de Chamorro en hacer la historia de la región desde abajo, la historia de la multitud, de las gentes comunes.

“La historia es siempre una historia para alguien” afirma Keit Jenkins. Ese parece ser también el punto de partida de nuestro autor. La pregunta clave no es qué es la historia, sino para quién es la historia. “Las metáforas son de quién las necesita” afirmaba el cartero-poeta de Neruda. Con la historia, mal que les pese a los que la conciben como la propiedad privada de una corporación, ocurre algo similar. De la mano de nuestro autor, los eternos ausentes, los desposeídos, los herejes, los heterodoxos, los nadie empiezan a asomarse a una Historia para la que, hasta entonces, han constituido en el mejor de los casos un sujeto pasivo, un mero receptor o una reliquia de coleccionista. Quizás es el mayor pecado de Víctor Chamorro, que los mandarines culturales de Extremadura no le perdonarán nunca, que diera la palabra en sus libros a los jornaleros, a los campesinos, a los explotados, a la plebe. Y además que lo hiciera sin pedir permiso, sin la cobertura del aparato académico o administrativo reglamentario.

Pero la excepcionalidad y la riqueza del relato histórico de Chamorro se asienta también en la forma como está construido. Con la pericia del novelista pone el foco en hechos o protagonistas aparentemente menores -una experiencia agrícola alternativa en Entrerríos, un conato de pedagogía libertaria en Fregenal, la lucha contra el arboricidio en Monfragüe- para resaltar el potencial que encierra lo pequeño, del que habla el historiador Juan Andrade cuando reflexiona sobre las virtudes posibles de la microhistoria. Contar la historia grande desde la historia chica, poner el foco en los indicios, “descubrir en el análisis del pequeño momento singular, el cristal del acontecer total”, como proponía Walter Benjamin.

“En estas piedras hay dolor, hambre y sangre”, escribe Chamorro, dibujando la “orgía de granito” en la ciudad vieja de Cáceres. “Piedras que son nobles no por el que las mandó colocar sino por tanta mano anónima como las levantó”.

En Afán de miseria no solo encontraremos el bisturí del escritor cultivado en el materialismo histórico, sino además una mirada poética que empapa toda la obra y, especialmente, los paisajes que va recorriendo: “El Badajoz viejo, en la pereza morisca de su río” o el Acueducto de los Milagros en Mérida, como “un gigantesco telón horadado, increíble lienzo para calmar la sed”. Prosa poética que contribuye a crear el ambiente, la atmósfera que meta al lector en el tiempo evocado, que llegue al hueso de las emociones, porque en historia, como en literatura, según Víctor “no se tiene que aburrir ni la primera palabra”.

Este libro incide en cuatro de los núcleos fundamentales que recorrerán la obra de Chamorro. El primero de ellos es la voluntad de desmantelar las “anestesiantes mitologías”, la Extremadura de la fantasía heroica, del Yuste imperial y la Guadalupe de los milagros. En definitiva, el relato que consolidó el franquismo a lo largo de cuatro décadas y que aún se mantiene muy vivo en el imaginario colectivo. Una narración que componen anestesiantes mitologías pero también no menos anestesiantes literaturas, teñidas de costumbrismo. Al “no solo Cortés, no solo Pizarro”, que enfatiza el autor, habría que añadirle “no solo Chamizo, no solo Gabriel y Galán”. Extremadura necesita combatir también la metafísica de la resignación que respiran ambos emblemas literarios (“Yo no se de lecturas, ni me hacen farta/ pa cuidar bien al amo y a la senara”, escribe Chamizo). El servilismo no es una condición natural del extremeño, como a veces con ignorancia o mala fe se afirma. En la mayoría de las ocasiones no es sino una máscara inevitable, la treta del débil, un mecanismo de adaptación, “porque la fuerza del opresor era, y es, la de todo un contexto”. El pueblo labra calladamente el arte de la resistencia y cuando puede se rebela: “El extremeño se quita la gorra, pero no agacha la cabeza”, recuerda Víctor.

El segundo eje de Extremadura, afán de miseria es el desvelamiento de los males estructurales, esclarecer las rémoras históricas que estrangulan el desarrollo regional. Como explica Pablo Castellano en su excelente prólogo, el autor trata de decirnos “no cómo son las cosas, sino por qué las cosas son”. El latifundio, “conjunto histórico absurdo monumental”, y el caciquismo, siempre presente y siempre cambiante, son dos de las piezas fundamentales que reproducen la postración extremeña. La Reforma Agraria es, en este sentido, una reivindicación crucial, de plena vigencia, que estará siempre presente en la obra ensayística de Víctor. Para él, “Extremadura tiene pendiente una reforma agraria moderna. La actual distribución de la tierra es un insulto”.

Pero, junto a esta perspectiva de larga duración, Chamorro analiza también las razones más cercanas de lo que denomina como extremaduricidio. El franquismo representó una catástrofe para la región. La sangría emigratoria, la consolidación de nuestra tierra como plaza de mano de obra barata, el saqueo energético y de materias primas, la fuga del ahorro, son sus principales pero no únicos exponentes. De la mano del subdesarrollo económico, la dictadura representó también el afianzamiento de una solida madeja clientelar y la alienación cultural del pueblo.

En Afán de miseria no solo encontraremos el bisturí del escritor cultivado en el materialismo histórico, sino además una mirada poética que empapa toda la obra y, especialmente, los paisajes que va recorriendo.

El tercer cogollo del libro es, en buena lógica con lo expuesto, la presentación de una dicotomía. Hay dos Extremaduras. Una perfectamente definida, unida en idénticos intereses expoliadores, la capitalista colonizadora. Y la otra, “desunida por decreto, desperdigada por decreto, desangrada por decreto, analfabeta por decreto”, está por crear. Salta, querido lector, aquí está Rodas, nos dice Víctor.

El cuarto y último nudo es la apuesta del autor. ¿De dónde saldrá la fuerza capaz de transformar esa realidad tan dura, ese dominio tan arraigado? De los que lucharon ayer y de los que lo hagan hoy. Chamorro rastrea la historia, resucita el pensamiento de los extremeños heterodoxos, Pedro de Valencia, Torres Naharro, Bartolomé José Gallardo, Muñoz Torrero, los liberales extremeños, Felipe Trigo… Pero serán sobre todo las clases populares, el campesinado, el movimiento obrero y la cultura emancipatoria, los grandes protagonistas de la otra Extremadura que debe alzarse. Los yunteros y la primavera del Frente Popular condensarán ese anhelo de un tiempo nuevo.

“La historia, la verdadera historia, es pudorosa y sus fechas esenciales pueden ser, asimismo, durante largo tiempo, secretas”, escribió Borges. El 25 de Marzo es la gran fecha esencial y secreta de Extremadura. Emerge tras una rumia de siglos, afirmando una identidad negada y entreabriendo la puerta del futuro. Víctor Chamorro será su máximo valedor, el testarudo defensor de aquel legado de dignidad, mientras los supuestos herederos ideológicos de la gesta, los flamantes nuevos gobernantes de la región, la desprecian tachándola de antigualla y la entierran furtivamente bajo el manto de la presunta modernidad y de los nada-presuntos intereses.

Víctor Chamorro nos pasa el testigo

15 de junio de 2018. La obra de teatro 25 de marzo de 1936, que ha puesto en pie desinteresadamente una compañía de actores de Badajoz dirigida por Pedro Rodríguez, se representa en el Auditorio de Ribera del Fresno. La obra engancha a los espectadores desde los primeros minutos. Ribera, como casi toda Extremadura, es un pueblo campesino, los autores de la gesta son los padres, los abuelos y los bisabuelos de quienes se sientan en las butacas. Estoy sentado al lado de Víctor Chamorro. Al terminar la obra un aplauso conmovido se prolonga durante minutos. Le miro, tiene los ojos arrasados de lágrimas. Son lágrimas de alegría, la de quien siente que está pasando el testigo tantas veces repudiado. La famosa melancolía revolucionaría en acto, la promesa de redención de los oprimidos, otra vez renovada.

Víctor es un gigante de la literatura y de la historia extremeñas, pero al tiempo es lo contrario del intelectual engolado que te mira desde la altura de sus libros publicados o desde la cúspide de galardones y premios literarios. Es pura humildad y generosidad.

Víctor ha hecho del doble compromiso con la época y la palabra su poética. Ama el lenguaje popular, las palabras que usaron nuestros padres y que nosotros, ahormados por los grandes medios de comunicación, vamos abandonando. Desestrechar la tierra del privilegio, desestrechar Extremadura, de eso se trata. Víctor nos pasa el testigo. Afán de miseria no habla solo del pasado, de lo que pudo haber sido y no fue durante la Transición. “Volver la vista a lo que sucedió en aquellos pocos años en Extremadura resulta necesario para entendernos como región, y ofrece la oportunidad de asomarse también a todo aquello que entonces fue posible”, nos recuerda Juan Andrade. Aprender de los caminos cegados, no dar por buena la victoria de los poderosos, no aceptar la naturalización de lo acontecido, impugnar el relato dominante que “invisibiliza buena parte de las experiencias del pasado, pone más el acento en “lo constituido” que en “lo constituyente” y convierte “lo constituido” en “objeto de veneración”.

Ni la Extremadura de los conquistadores, ni tampoco la de la modernización capitalista. Víctor Chamorro se embarra, no huye al letra-heridismo ni al desclasamiento. No se refugia en el romántico balcón rural del invierno ni en la Academia, que levanta su burladero contra las mayorías. Ni se afana tampoco por convertirse en una vedette social. Víctor es un gigante de la literatura y de la historia extremeñas, pero al tiempo es lo contrario del intelectual engolado que te mira desde la altura de sus libros publicados o desde la cúspide de galardones y premios literarios. Es pura humildad y generosidad.

Víctor nos pasa el testigo. En Afán de miseria nos llama a organizar la otra Extremadura, la que todavía no existe. Extremeños de la Extremadura negada, uníos. “Extremadura, en estos últimos cuarenta años, constituyó el más perfecto caldo de cultivo para que en ella creciera y se desarrollase la más fascinante fauna caciquil: autoridades amaestradas, fieles a los prebostes, que jamás dieron el más mínimo ruido en la Corte y que permitieron con sus actuaciones o pasividades la introducción en Extremadura del más feroz de los capitalismos”.

Víctor ha hecho del doble compromiso con la época y la palabra su poética. Ama el lenguaje popular, las palabras que usaron nuestros padres y que nosotros, ahormados por los grandes medios de comunicación, vamos abandonando.

¿Acaso esas palabras son añejas y nos hablan solo de pasado? Bastaría con echar un somero vistazo a los mecanismos de contratación, a la trama de favores y nepotismo en organismos como las diputaciones provinciales y las empresas públicas de la Junta, o a las subvenciones en el mundo asociativo para constatar hasta que punto nos hablan también del presente. La reciente disecación de los pantanos a manos de Iberdrola, el intento de abrir una mina a cielo abierto a un kilómetro de Cáceres, los 230 proyectos mineros en marcha, la tercera colonización energética, el regalo de las cajas de ahorro a la oligarquía financiera, el progresivo desmantelamiento de Acorex a mayor gloria de las multinacionales de la agroindustria, la exclusión financiera en decenas de pueblos pequeños, la emigración de más de 40.000 personas, sobre todo jóvenes, en los últimos ocho años, por citar sólo algunos ejemplos, nos indican hasta qué extremo la radiografía de Víctor Chamorro tiene vigencia.

Atención, jóvenes historiadores de Extremadura. Atención, hombres y mujeres de la cultura que os resistís a la imantación del pesebre. Atención, militantes de todos los movimientos y causas generosas de la libertad y la justicia social. Atención, jóvenes precarios, trabajadores de toda condición, campesinos. Atención, ciudadanía con conciencia. Aquí, en este libro, hay un legado secreto, la huella del “todavía no”, el rastro del lenguaje más genuino, las banderas escondidas de una revolución pendiente. Salid de los sepulcros universitarios, de la creación artística que desprecia lo original en nombre de lo novedoso, del activismo rutinario y gregario, de la resignación a la que el poder nos induce. Hay otra Historia, otra Cultura, otra Extremadura y otro mundo posibles. Víctor Chamorro es uno de sus mejores exponentes. Salid a su encuentro.

*Introducción del libro escrita por Manuel Cañada