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Israel Merino: «Pertenezco a la generación de los que no sabemos dónde está el futuro»

Israel Merino nació en Toledo en el año 2000. Ha escrito un par de libros, es editor de una editorial independiente de poesía y se ha convertido ya en colaborador habitual de medios como CTXT, Público, El Salto Diario o Vice.

Escribe, escribe mucho, porque como afirmaba el sumo progenitor del periodismo gonzo, Hunter S. Thompson «No hay historia a menos que lo hayas escrito».

En unos tiempos de creciente desconfianza hacia ciertas formas de periodismo domesticado de intramuros, pijo y alejado de la calle, Israel Merino ejecuta sus artículos desde un estilo narrativo ‘gonzo‘ antagónico de la solemnidad y en constante huida de la impostura.

Sorprende gratamente tu precocidad en la escritura y los diferentes registros que llevas trabajados. ¿Cómo surge esa relación tan temprana y sólida con la escritura?

Las pocas veces que me han entrevistado, me han hecho esta pregunta, y la respuesta es muy clara: por aburrimiento. Hay un mito muy grande – y bonito, todo sea dicho – que dice que los escritores empiezan a escribir porque tienen la necesidad de contar cosas o de expresarse, pero no es así. Un escritor empieza por aburrimiento y por imitación. Le gusta mucho la lectura, y, claro, tiene la necesidad de imitar eso que tanto lee. Pero para hacer eso, tienes que aburrirte. Un obrero que trabaja doce horas al día no puede hacerlo porque en lo último que piensa es en imitar nada.

¿Cómo te dio por el periodismo Gonzo?

Siempre me ha gustado mucho el periodismo diferente. Ya sabéis, el periodismo narrativo que busca trascender más allá de la información (como Tom Wolfe o Truman Capote, por ejemplo). Un día, curioseando en una librería, descubrí a un tal Hunter S. Thompson, así que decidí leerlo. El libro era «Miedo y asco en Las Vegas».

Cuando lo acabé, me quedé flipado. Esa forma de contar, de narrar, de construir una historia. Empecé a pensar en ello y llegué a la conclusión de que podía usar esa técnica para hablar de algo más que drogas, alcohol y putas, así que me puse a ello. Además, no había ningún periodista gonzo reconocido en España – al menos, que se etiquetara como tal –, así que aproveché para estudiar y trabajar la técnica en profundidad. Al final, acabé haciendo ese tipo de periodismo, pero hablando de temas sociales. Creo que el periodismo gonzo es una herramienta estupenda para conseguir que la gente se emocione con una historia real.

Ramón Lobo comentaba el otro día en una entrevista en Ethic que «Con la llegada de internet y su masificación, todo el mundo se puede enterar de cualquier cosa a golpe de clic, así que hay un periodismo que ya no pisa la calle, no toca nada, no sabe lo que está caliente y lo que es frío». ¿Puede el periodismo Gonzo radiografiar con más exactitud -que otras formas más convencionales- las problemáticas sociales?

Por supuesto que sí. Hay una cosa que me toca mucho los cojones, y son los periodistas de corbata y despacho. Te escriben un reportaje desde la comodidad de su estudio, sin pisar la calle. Coño, si quieres escribir una crónica sobre desahucios, sal a la calle y busca las historias por tu cuenta. Gasta zapatilla, pregunta, vive, siente. La mayoría de los periodistas prefieren llamar por teléfono y preguntar, así que queda algo muy lejano, muy frío, muy poco sentido. Llevan tanto tiempo metidos en su burbuja, que se les ha olvidado salir. No se preocupan por pagar un alquiler o por llegar a final de mes, y eso les aleja mucho de la realidad social. Así que sí, creo que el periodismo gonzo puede radiografiar de una forma mucho más realista y cercana la realidad.

«Hay que sentirse un poco agobiado para empezar a escribir. Se escribe mejor con la presión de un plazo de entrega demencial. La única verdad es que no hay artículo a menos que lo escribas». ¿Qué te parece esto que decía Hunter S. Thompson?¿Te pasa alguna vez?

Pues, si soy completamente sincero, tengo que decir que jamás me han puesto un plazo de entrega. Al menos, en cuanto a artículos o reportajes se refiere. A mí, personalmente, no me gusta nada trabajar con presión. Prefiero tomarme las cosas con calma e invertir un par de semanas en una pieza. Así tengo tiempo para releer y corregir mil veces el mismo párrafo. Ya se sabe lo que decía Hemingway: el buen escritor se tira toda la mañana para poner una coma, aunque luego la quite por la tarde.

Creo que el periodismo gonzo puede radiografiar de una forma mucho más realista y cercana la realidad.

En Cómo nos venden la moto, de Noam Chomsky e Ignacio Ramonet escriben que «Agotados por el trabajo, horrorizados por el paro, angustiados por el porvenir, hechizados por la televisión, aturdidos por los tranquilizantes, los ciudadanos sufren un adoctrinamiento constante, invisible y clandestino». ¿Cuáles crees que son las consecuencias principales en la población de ese adoctrinamiento?

Creo que la gran consecuencia de esto es la necesidad constante de recibir estímulos. Cada quince segundos, necesitamos sentir algo nuevo. Ver un nuevo vídeo de Youtube, escuchar el nuevo tema de C. Tangana, vernos rápido y mal una serie de Netflix o probar la nueva droga de diseño de turno. Necesitamos estímulos constantemente. Creo que esa es la mayor consecuencia del adoctrinamiento. Ya no sabemos esperar. Nos hemos vuelto unos velocistas de mierda incapaces de hacer una carrera de fondo.

Nos han adoctrinado para convencernos de que lo mejor es la velocidad. Ahí lo dejo.

Nos hemos vuelto unos velocistas de mierda incapaces de hacer una carrera de fondo

Actualmente colaboras en diferentes medios. ¿Qué diagnóstico harías del estado actual del periodismo?

Pues, si os soy sincero, creo que el Periodismo sigue siendo lo mismo de siempre. Excepto por la transformación digital y que ahora las noticias tienen que subirse más rápido, no creo que haya habido un cambio muy relevante. No encuentro diferencia alguna – en el fondo, ya sabéis, no en la forma – entre la prensa digital y la tradicional.

De hecho, creo que ahora está mucho mejor que hace unos años – me niego a ser uno de esos pollaviejas que critican todas las movidas modernas –. Hay más medios y más diversidad, pero también más precariedad, pues el pastel publicitario es cada vez más pequeño. De todas formas, hace 20 años había cuatro cabeceras grandes con demasiado poder, sin embargo, ahora hay muchos más periódicos y revistas que están obligando a los medios más tradicionales a ponerse las pilas.

En 2019 fundaste una pequeña editorial de poesía. ¿Qué tal la experiencia?¿Cuáles son vuestros objetivos editoriales?

Sí, en febrero de 2019 fundé Ediciones de Humo, un pequeño sello literario independiente. Mi objetivo era crear una pequeña editorial que publicase a gente de forma tradicional (ya sabéis, sin movidas de coedición y tal). Quería dar la oportunidad de publicar a autores jóvenes que, al no tener un nombre, jamás firmarían por un sello grande. Me gusta descubrir a jóvenes talentos.

La experiencia está siendo genial, desde luego. Estoy encantado por todo lo que hemos construido. Cada vez tenemos más experiencia en la industria, pues los meses pasan, pero seguimos manteniendo ese espíritu joven y rebelde.

¿Cuáles son tus mayores referencias literarias?

Mis mayores referentes son los viejos perros del siglo XX. Hemingway, Kerouac, Gingsberg, Thompson, Capote, Wolfe. También me gustan los realistas, sobre todo Zola (que sí, que ya sé que es naturista) y Galdós. En cuanto a poesía se refiere, diría que mis autores favoritos son Lorca y José Agustín Goytisolo.

Ah, por cierto: mis libros favoritos son «Los subterráneos», de Jack Kerouac; «Fiesta», de Ernest Hemingway; «Germinal», de Emilio Zola; y «La noche le es propicia», de Goytisolo.

Pertenezco a la generación de los que no sabemos dónde coño está el futuro

En los próximos meses vamos a iniciar algunas acciones cuyo objetivo es conseguir que gente que habitualmente no lee, empiece a hacerlo (menudo optimismo el nuestro jaja). ¿Qué estrategias se te ocurren para conseguir aumentar el número de lectores?

Joder, es tremendamente complicado. Conseguir que una persona a la que no le gusta la literatura empiece a leer, es algo casi imposible. Creo que no conozco a nadie que haya empezado a leer de mayor; este es un gusto que se coge siendo crío. Y claro, tenemos un problema grande con los chavales, pues somos incapaces de conseguir conectar con ellos.

Con todo el respeto del mundo: ¿vosotros creéis que un profesor de literatura de cincuenta tacos, por muy inteligente y culto que sea, va a ser capaz de convencer a un chaval de trece de que con «El libro de el buen amor», del Arcipreste, te partes el culo de risa? Pues no. Es imposible, o, al menos, muy difícil. Los críos de esa edad – te pongo de ejemplo a mi hermana, pues es a quien tengo más cerca – viven de estímulo en estímulo, de pantalla en pantalla. Y solo entienden sus propios estímulos, pues tampoco disfrutan con los nuestros. Tenemos que aprender a hablar su idioma – aunque sea una mierda de idioma – para luego convencerles de que la cultura mola mucho. Es como un proceso de evangelización.

Yo, a mis diecinueve, abro la app de mi banco y no sé si llorar, partirme el culo de risa o tirarme desde la azotea más alta de Madrid

El paro juvenil en España ya sobrepasa el 40%. ¿Cómo observas que está afectando esa losa implacable de realidad en las expectativas y en la idea de futuro de la gente de tu generación?

Muchas veces escucho a mis padres o a mis tíos hablar y los oigo decir que a los 18 ya estaban pensando en casarse, pedir una hipoteca y tener hijos. Yo, a mis diecinueve, abro la app de mi banco y no sé si llorar, partirme el culo de risa o tirarme desde la azotea más alta de Madrid.

Los tiempos han cambiado, y en esto, a peor. Muchos chavales se frustran, pues no saben qué hacer. No sabemos si nos van a hacer fijos en la empresa, no sabemos si vamos a ser capaces de sentar la cabeza, no sabemos si vamos a encontrar un piso por el que no nos saquen el ochenta por ciento de nuestro sueldo con el alquiler. Pertenezco a la generación de los que no sabemos dónde coño está el futuro.

Por cierto, ¿qué acogida está teniendo la ultraderecha en la gente de tu generación?

Pues mira, aquí soy bastante optimista. La ultraderecha, al menos en mi generación, no me parece un problema preocupante. Creo que sus seguidores son solo cuatro frikis casposos faltitos de cultura. Quizá mi perspectiva es equivocada, pero lo considero algo residual en la peña de mi quinta.

El fascismo es liberticida y, al final, a los jóvenes nos gusta la libertad

Lo que tienen los fachas es que hacen mucho ruido. Me he metido en muchos líos con algunos de ellos (una vez uno me pegó un botellazo en una fiesta, en otra ocasión otros cuatro me mandaron inconsciente a urgencias después de pegarme una paliza en el metro), pero creo que la gente de mi edad pasa mucho de ellos. El fascismo es liberticida y, al final, a los jóvenes nos gusta la libertad.

¿Cómo crees que está influyendo la omnipresencia de las redes sociales en la comunicación interpersonal?

Las redes sociales me dan pereza. Están consiguiendo que nos resulte mucho más cómodo comunicarnos por un teléfono móvil antes que en persona. No soy sociólogo, pero vamos, es algo digno de estudio.

Un verso o una frase que resuma el presente.

«Me muero por encima de mis posibilidades». La dijo Oscar Wilde mientras se trincaba una botella de champagne antes de palmarla. Creo que es perfecta.