FILOSOFÍA PANDEMIA INCERTIDUMBRE

Filosofía contra la incertidumbre

Escribía Victoria Camps que «El papel de la filosofía y de los filósofos en la sociedad de hoy es ayudar a hacer preguntas, plantear correctamente los problemas, dar razones de las decisiones que hay que tomar. En pocas palabras, ayudar a pensar».

Ahora que una pandemia global ha trastocado el funcionamiento de casi todo dejándonos sumidos en una desconocida preocupación permanente sin grandes escenarios de seguridad a la vista. ¿Por qué renunciar a la filosofía?

Ante el estallido continuo de multitud de acontecimientos alarmantes que no podemos controlar de ninguna manera suficientemente efectiva y sin caer en un utilitarismo utópico o en la burbuja hierática de su vertiente más teoricista si la filosofía baja al barro de los problemas de la gente tal vez sí tenga mucho que aportar. En ningún caso, como un generador obligado a ofrecer respuestas incontestables que tal vez no existan, sino como interruptor que posibilite redefinir otras posibilidades o hacer de contrapeso al aluvión de ruido desbordado que colonizará casi cualquier espacio.

Asumiendo la dificultad y las altas dosis de escepticismo que implica reflexionar sobre una problemática que no deja de moverse y que a corto plazo no parece tener intención de hacerlo, hemos lanzado la siguiente pregunta a profesionales del ámbito filosófico:

¿Qué puede aportar la filosofía en una época de incertidumbre como la que estamos atravesando?

JAVIER SÁDABA

Catedrático de Ética emérito, Universidad Autónoma de Madrid. Escritor.

Antes de decir una palabra sobre el tema me gustaría confesar que soy sumamente escéptico respecto a un salto transformador que nos lleve a un mundo más reconciliado. La democracia, que ya nació tocada del ala, se arrastra por los suelos. Y la gente obedece sin chistar al conjunto de medidas, que mediocres y egoístas, proclaman los medios de comunicación.

A pesar de todo, y saltándome un pesimismo que a nada lleva, diría lo siguiente. Es una espléndida situación para ser críticos y autocríticos contra esta industria política que padecemos. Hemos de reivindicar otra vez un mundo nuevo, comnitrio, debemos oponernos con fuerza a un capitalismo que de todo se apodera o lo toca. Y finalmente articular una utopía. Chomsky es un ejemplo, donde la gente se apoye en ella misma, se haga eco de los otros, luche sin tregua contra la marginación y nos haga mas felices.

La Filosofía no tiene drones ni misiles. No es fuerza bruta. No se impone de modo tiránico. Pero sugiere, insinúa, habla bajo, desde las entrañas de nosotros mismos. Y desde ahí se puede aprovechar su susurro. En este sentido son tres los aspectos que nos ayudarían a despertar desde esa voz filosófica.

La Filosofía es una cuña para que no olvidemos en donde vivimos, quién manda y cómo hemos de emanciparnos.

Javier Sádaba

El primero, que tenemos que pensar en donde estamos, cuánta es la libertad que nos roban y cómo hemos de luchar juntos para reconciliar un mundo hecho pedazos. La Filosofía, así, es una cuña para que no olvidemos en donde vivimos, quién manda y cómo hemos de emanciparnos ante una situación en la que la salud, el principal de todos los bienes, está en peligro, no hay más remedio que exigir que se atienda a todos los individuos. Especialmente a los más necesitados.

En segundo lugar hay que recordar constantemente que el núcleo del filosofar es la Ética. Y la finalidad de la Ética es la Vida Buena o Felicidad. Una Felicidad que hemos de construirla, que debe eliminar, dentro de las posibilidades que se nos ofrecen a los humanos, el sufrimiento. Esta es la tarea de siempre y esta es la tarea o mandato hoy. Por eso, y ante una situación en la que la salud, el principal de todos los bienes, está en peligro, no hay más remedio que exigir que se atienda a todos los individuos. Especialmente a los más necesitados.

Ante una situación en la que la salud, el principal de todos los bienes, está en peligro, no hay más remedio que exigir que se atienda a todos los individuos. Especialmente a los más necesitados.

Javier Sádaba

Y el tercer aspecto tiene que ver con una concepción de la Filosofía en la que esta se haga vida. Y la vida es la cotidiana, la de todos los días. Hemos de dejar de lado la palabrería e ir a los hechos. Se ha dicho una y mil veces que por los hechos conoceremos y se nos conocerá. Vayamos a ellos. La Filosofía tiene que hacerse carne. Y para eso estar en la calle. Es de esta manera como puede ayudar la filosofía y no mirando a la nada o mirándose el ombligo.

La Filosofía tiene que hacerse carne. Y para eso estar en la calle. Es de esta manera como puede ayudar la filosofía y no mirando a la nada o mirándose el ombligo.

Javier Sádaba

SONIA REVERTER

Doctora en Filosofía. Profesora Titular de Filosofía del Departamento de Filosofía y Sociología de la Universitat Jaume I. 

Yo diría que la filosofía no sirve para nada concreto y, por eso, mucha gente piensa que es inútil. Sin embargo eso son dos cosas diferentes. No sirve para nada concreto, pero tiene un valor en sí misma que hace que sirva para mucho.

En esta época de incertidumbre pensar al modo como lo hace la filosofía, de forma abierta y sin límites ni prejuicios es, no sólo útil, sino necesario para encontrar nuevos sentidos para la vida humana. La filosofía nos acaba metiendo de lleno en la conciencia de las diferencias y de los desbordes humanos, de lo que no soy yo ni lo mío. Esa reflexión que tiende a abrir el mundo para pensar lo otro es una urgencia hoy. Las incertidumbres, que en tantas dimensiones de nuestras vidas estamos atravesando, necesitan de una lucidez y de un tiempo que el sistema de vida del neocapitalismo nos niega. Y digo lucidez, no certezas, porque estas últimas son pocas y difíciles y, a veces, peligrosas.

Las incertidumbres, que en tantas dimensiones de nuestras vidas estamos atravesando, necesitan de una lucidez y de un tiempo que el sistema de vida del neocapitalismo nos niega.

Sonia Reverter

Necesitamos filosofía y lucidez para pensar en comunidad el porqué de lo que estamos viviendo. Tenemos más información planetaria que nunca y eso nos hace sentir frágiles: a los que pierden porque ven las injusticias y el maltrato cotidiano; y a los que ganan porque ven las amenazas a sus privilegios. La filosofía es útil para ayudarnos a pensar todo esto. Hay un sentimiento común de fragilidad. Pues bien, esa fragilidad está causada en gran parte por un mundo de desigualdades.

La reflexión filosófica nos sirve para ver que hay un problema estructural y sistémico que también hay que corregir.

Sonia Reverter

Cuando vemos que ni siquiera un virus está actuando en igualdad, porque ataca más a la población empobrecida de las distintas sociedades, es hora de pensar. Ahí ha de entrar la filosofía. Pedimos medicamentos y vacunas, y son necesarias y hay que investigar y financiar más la investigación. Pero, esa desigualdad en cómo actúa un virus no la resuelve una vacuna.

La reflexión filosófica nos sirve para ver que ahí hay un problema estructural y sistémico que también hay que corregir. ¿Cómo lo corregimos? ¿Hay alguna vacuna para las injusticias epistémicas que llevan a que nos mientan constantemente desde los poderes? ¿Hay alguna vacuna para que no se produzca el incumplimiento constante de los Derechos Humanos? No la hay, y eso quiere decir que esos problemas hay que resolverlos de otras formas. Pensar todo esto es filosofar.

Una visión cientifista del mundo no nos salvará de los retos planteados hoy. Hay que construir un sistema que genere conocimiento enlazado, transdisciplinar.

Sonia Reverter

Una visión cientifista del mundo no nos salvará de los retos planteados hoy. Hay que construir un sistema que genere conocimiento enlazado, transdisciplinar. La separación de disciplinas que vivimos ya no tiene ningún sentido hoy. Es un error metodológico que estamos empezando a pagar muy caro; pues, más que orientar el conocimiento lo desorienta; lo trocea en partes, para que su utilidad pueda ser transferida como mercancía. Hay que romper esas barreras.

No hay que perder tiempo pensando en si la filosofía es útil. Lo interesante es preguntarse cómo hemos llegado a crear y vivir en un mundo en el que pensar se ve como algo inútil. Este cuestionamiento ya es empezar a pensar y nos puede aportar grandes beneficios para este momento de incertidumbre en el que vivimos. Y, no menos importante, hay que pensar para actuar. Van de la mano.

JOSÉ CARLOS RUIZ

Prof. Dr. Filosofía en la Universidad de Córdoba. Pensamiento crítico y filosofía en La Ventana. Escritor.

Más importante que la contribución de las diversas ramas de la filosofía (ética, política, epistemología…), creo que es el aporte del Filosofar en sí, de hacer buen uso del pensamiento crítico. Cualquier crisis implica ruptura, los resortes que habían mantenido estable el sistema saltan y nos vemos obligados a reconstruir el relato del mundo que habíamos asimilado o, lo que es más arriesgado, a erigir un nuevo relato. Y ahí es donde entra en juego el pensamiento crítico.

Filosofar es luchar por captar el sentido de lo real sabiendo de antemano que es una tarea eviterna.

José Carlos Ruiz

Si lo hacemos desde la seriedad de un análisis honesto, entonces descubriremos que la filosofía se mueve entre el terreno de la aventura y la ilusión de la conquista. Osa enfrentarse al desconcierto adoptando una actitud de aprendizaje. No en vano, en la etimología de la palabra aprender, nos topamos con la idea de salir al encuentro de algo con el fin de capturarlo, lo que implica, ya de por sí, la existencia de una resistencia. Entendido así, filosofar es luchar por captar el sentido de lo real sabiendo de antemano que es una tarea eviterna.

Este atrevimiento que muestra la filosofía, unido a un espíritu de lucha activo creo que son dos aportaciones fundamentales para encarar cualquier periodo de incertidumbre.

Entre el terreno de la aventura y la ilusión de la conquista

José Carlos Ruiz

 

EURÍDICE CABAÑES

Doctora en Filosofía de la Tecnología. Profesora en la Universidad Isabel I

Desde la pandemia, ante la falta de vacuna por parte de la ciencia y la ausencia de una tecnología que pueda resolverlo todo, el solucionismo tecnocientífico ha quedado desenmascarado. Evidentemente la ciencia y la tecnología son muy importantes, tanto para abordar las problemáticas surgidas de la pandemia, como para la vida en general, pero no son un elixir mágico de respuesta inmediata, neutra e infalible, es por ello que la gente está volteando la mirada hacia la filosofía.

El solucionismo tecnocientífico ha quedado desenmascarado

Eurídice Cabañes

Pero no hemos de pedirle a la filosofía las respuestas que no encontramos en otro lado (y menos respuestas rápidas sin tiempo para la reflexión), porque lo que más nos puede dar, son preguntas. Puede parecer que las preguntas no son gran cosa, pero pueden serlo todo, porque suponen mirar lo que sucede desde el pensamiento crítico.

Las preguntas pueden guiar la reflexión crítica más que cualquier respuesta, permitiéndonos centrar la atención en lo importante, que en ocasiones se pierde o queda encubierto en falsos dilemas de los que hemos visto muchos en esta situación: «o la economía o las personas», «o estás a favor de todas las medidas del gobierno o en contra»… los dilemas son tremendamente reduccionistas y dicotómicos, de modo que generan una polarización y un seguimiento ciego emocional a una de las dos opciones, sin cuestionamiento y sin ser capaces de mirar que más allá de las dos opciones, hay infinitas respuestas. Pero para ello, debemos saber cómo plantear preguntas.

Las preguntas pueden guiar la reflexión crítica más que cualquier respuesta

Eurídice Cabañes

Por ejemplo podemos preguntarnos ¿qué sucede cuando dejamos de habitar espacios físicos públicos y pasamos a habitar espacios privados digitales? ¿sigue siendo pública una educación que ha pasado a darse en entornos privados como la suite de Google para escuelas o Zoom? ¿a quién deberían pertenecer los datos que extraen de nosotros las tecnologías? ¿a los intereses de quién responden los algoritmos privados que gestionan la información que recibimos, con quienes nos relacionamos e incluso la gestión del espacio público de la ‘smart city’?

Esto es lo que nos puede aportar la filosofía, y no es poco.

ROSA MARÍA GARCÍA

Doctoranda en Filosofía y Género

Muy a menudo, los filósofos (en masculino porque casi siempre se trata de hombres) sobrevaloran la importancia y la influencia de la filosofía en la historia reciente. En nuestra época de hiper-especialización capitalista y titulitis, la filosofía no pasa de ser una disciplina académica y, en el mejor de los casos, llega a la literatura para disolverse en ella. Como disciplina, incluso en la divulgación, está atravesada por lógicas que la superan.

En medio de una época que no es ya sólo de incertidumbre sino que es de (aparente) colapso capitalista, donde buena parte de las relaciones e instituciones tradicionales se pueden redefinir, los filósofos se miran el ombligo. Se busca pensar la situación, desbrozarla con el aparato conceptual de turno y poco más. No estoy de acuerdo. Traverzo escribió un libro titulado «¿Qué fue de los intelectuales?»; quizá habría que formular la pregunta en estricto presente.

Toca salir de las facultades de filosofía, dejarse la equidistancia en casa y hablar claro sobre nuestras vidas y nuestro futuro.

Rosa María García

No sé si existe la filosofía (más allá de su institucionalización), pero sé que existen los filósofos. Si tienen alguna función como tales, más allá de la que les ha tocado por nacer el siglo pasado, es la de dejar de mirarse el ombligo y volver al barro de la historia. Toca salir de las facultades de filosofía, dejarse la equidistancia en casa y hablar claro sobre nuestras vidas y nuestro futuro. Esto no implica renegar del pensamiento filosófico: ni es necesario hacerlo para «hablar claro» ni está todo dicho. Que no haya nada oculto no quiere decir que no quede nada por desocultar. El compromiso es también esto.

Pero también hay que hacer la pregunta en la otra dirección: ¿qué incertidumbres no vivimos les filósofes? Mencionaba antes la situación actual del capitalismo. El entramado universitario, en el que se apoya una parte importante de la construcción del conocimiento legitimado, sigue inevitablemente sus lógicas: sólo vale lo que es comercializable. También este entramado está en crisis: al capital le sobran trabajadores de la investigación, igual que le sobra la mitad de la población mundial. Por supuesto, hay otras crisis sociales de fondo ─ la crisis de legitimidad de la ciencia moderna, que se ha visto incluso en tiempos de clara necesidad científica como es el actual, es particularmente importante y sus causas muy diversas y complejas. Estos no son, en el sentido importante, preguntas filosóficas, sino problemas que necesitan soluciones.

Como disciplina, incluso en la divulgación, la filosofía está atravesada por lógicas que la superan

Rosa María García

Pero esto no significa que les filósofes no tengan un papel que jugar, tanto para definir estas cuestiones como para proporcionar apoyo. El compromiso es la vigilancia de la mirada, también la que cristaliza en eso que llamamos filosofía, ciencia, sociedad y política. Yo querría sólo decirme defensora de una fórmula muy retórica (es sabido que en el campo de la filosofía siempre hay un interés o un desprecio muy importante hacia la retórica): «no perdamos nada de nuestro tiempo; quizá los hubo más bellos, pero este es el nuestro».

FRANCESC LLORENS

Filósofo y profesor de filosofía. Doctor en Educación y Tecnologías de la Información (e-Learning)

Primero fue epidemia, es decir «por fuera», por la «parte exterior», «periférica», epi-dérmica: eso les sucedía a los otros, a los de más allá. A los chinos. ¡Bah! Metecos, extranjeros. Nada de qué preocuparse. Luego se transformó en pandemia: «pan», totalidad, «demos», la ciudadanía. Una carga de profundidad contra el pueblo. Una bomba democrática. Y comenzamos a preocuparnos los de aquí, los del demos. Las enfermedades democráticas no son solo físicas; también son morales y políticas, aunque, como dice Han, su origen no lo sea. Pues el pueblo es la humanidad. Por eso es tan importante que la salida de la crisis no nos suma en un nuevo contagio, el del totalitarismo y el control.

Las enfermedades democráticas no son solo físicas; también son morales y políticas.

Francesc Llorens

Sumidos en la infoxicación/antiinfoxicación, a más sabemos, menos sabemos, puesto que — Sócrates y Descartes redivivos — , descubrimos lo ingente de lo que nos queda por saber: obsesionados por las «cifras», todos los medios han generado su espacio de datos, gráficas, infografías animadas, correlaciones… Analíticas.

Como fuere, lo cierto es que no sabemos exactamente «lo que pasa». No sabemos qué variables medir, qué instrumentos usar, no sabemos sobre las mutaciones ni su agresividad; no sabemos si los casos «observados» permiten extraer conclusiones sólidas sobre la prevalencia; las curvas miden datos inconsistentes, puesto que los protocolos de medida han sido variados repetidamente; no sabemos si afecta a todas las razas por igual. La ignorancia es suplida con superstición, alimentada por líderes de opinión tarados; aparecen consejos, pócimas, charlatanes contra el virus y algunas personas mueren, no víctimas del patógeno, sino de su irreal y preventiva protección ante un ataque que no se había producido sobre sí mismos.

La pandemia se expresa como «hiperulencia», esto es, en la forma de la superabundancia de la naturaleza. El distanciamiento social es el salvoconducto, la inmunidad, la respuesta impuesta por la naturaleza a miles de años de sociedad de hipercontactos. La superpoblación, el mundo bullicioso, la urbanización de la vida…. «Hiperulencia».

El virus revela nuestra debilidad ante la soledad.

Francesc Llorens

La primera gran crisis televisada fue la «guerra» de Irak. Pero la abundancia de la naturaleza no se percibe ante la televisión, puesto que no tiene la forma de la catástrofe atómica, ecológica, la forma de la muerte en tiempo real, sino la forma de lo incomprensible, del vacío de sentido. Alguien entra en un hospital, entubado. A partir de ahí se le pierde el rastro. No sabemos el desenlace. Al día siguiente, los «números» de las autoridades quizás contabilicen, quizás no, al sujeto que vimos entrar entubado. No sabemos. Imaginamos. La imaginación eleva al extremo el aspecto catastrófico de toda catástrofe. Vacío de sentido, sí. Justamente, para lo que esta sociedad en sí misma hiperulenta, que vive del contacto permanente, excesivo, no estaba preparada. Justo para lo único que no había desarrollado inmunidad ni defensa probiótica: el virus revela nuestra debilidad ante la soledad.

La irracionalidad del virus es la respuesta a la hiperracionalización de los procesos de explotación, esquilme, vaciado, de las formas de vida naturales. Del abuso y del exceso sobre la naturaleza, de la falta de respeto a su lógica, de su previa infección, e infestación, con el virus de lo humano.

Desde el punto de vista de la naturaleza, nosotros somos el virus y ella, simplemente, se defiende.

ALICIA PULEO

Catedrática de Universidad de Filosofía Moral y Política

En el habla corriente existe una expresión ”Hay que tomárselo con filosofía” que entiende que la filosofía enseña a ver el mundo con cierto conformismo, a soportar, a la manera estoica, lo que no puedes cambiar. Aunque el estoicismo era más complejo, su interpretación más generalizada es ésta. En nuestra época de crisis ambiental y pandemias ligadas a la devastación del medio natural, debemos apelar al componente crítico de la Filosofía. Y a su capacidad de pensar otro mundo posible.

En nuestra época de crisis ambiental y pandemias ligadas a la devastación del medio natural, debemos apelar al componente crítico de la Filosofía. Y a su capacidad de pensar otro mundo posible.

Alicia Puleo

En mi último libro, Claves ecofeministas. Para rebeldes que aman a la Tierra y a los animales, planteo que la filosofía del epicureísmo nos ofrece algunos elementos sumamente valiosos ya que nos enseña que la felicidad no se encuentra en la acumulación de objetos materiales, sino en los placeres de la amistad y el goce de la naturaleza. La escuela epicúrea se llamaba El Jardín y era un huerto que les proveía de alimentos y en el que paseaban compartiendo sus reflexiones. Su organización se diferenciaba de las otras escuelas de la Antigüedad por aceptar la entrada de mujeres y esclavos. No reservaba el pensar filosófico sólo a los hombres libres. Pienso que su realización actual sería un jardín-huerto ecofeminista, un espacio de igualdad y paz con la naturaleza y sus habitantes.