El indómito Aki Kaurismäki

Nuestra querencia por Aki Kaurismäki es difícil de explicar en un post. Este ubérrimo director, actor, guionista, productor, montador… Creador junto a su hermano Mika y su gran amigo cineasta e historiador Peter Von Bagh, ya fallecido, del Midnight Sun Film Festival, un festival de cine que se celebra durante los días con sol de medianoche en un pueblo perdido de Laponia, no solo nos gusta sino que nos parece un humano imprescindible.

¿Qué diablos somos, si no somos capaces de comportarnos como seres humanos?

La dilatada filmografía de Kaurismäki tiene un estilo propio y una temática central: Las adversidades del ser humano y al mismo tiempo la esperanza puesta en ese lado solidario de los protagonistas de sus películas.

El havre (2011)

Obreros, conductores, camareras, migrantes, cajeras… Personajes sencillos, gente anónima que se toma las cosas muy en serio y que sin saberlo nos dan lecciones de humanidad, solidaridad, dignidad y decencia. Pese a encontrarse embebidos en un sistema burocratizado y patológicamente egocéntrico al que no le preocupa la gente, indiferente al nosotros.

Este planeta nunca tuvo tantos sociópatas e idiotas en el poder.

Ignotos antihéroes que con sus actos promueven e impulsan ese cambio en un sistema dramáticamente inhumano donde perros y personas comparten asilo y destino común. Como ocurre en «El otro lado de la esperanza” (2017), su última película, donde se narra el drama migratorio al que se enfrenta actualmente Europa (y el mundo) y del que muchos pensamos que no es una crisis de refugiados sino de valores.

Sherwan Haji en «El otro lado de la esperanza»

Kaurismäki afirmaba en una entrevista que el problema de los refugiados no ha hecho más que empezar. «Cuando era niño confiaba en Europa. Hoy es una vergüenza para Europa que no se haga caso a este drama… Este planeta nunca tuvo tantos sociópatas e idiotas en el poder… Más que los refugiados, somos nosotros los parias de la tierra, porque no lo sabemos… Y está fatal morir siendo idiotas, incluso un perro callejero tiene más orgullo». 

Leningrad Cowboys Go America (1989)

Inteligente, irreverente, certero. Capaz de crear una argamasa perfecta de tupés, botines y comunismo con una cadencia rockabilly como hizo en su película Leningrad Cowboys go America. Insiste en que la vida humana se tiene que transmitir con el humor y es algo que mantiene desde hace décadas junto con su apego por los bares, los perros y los músicos callejeros.

«Pero esto no es una reunión para rendirnos. La esperanza mueve montañas y sin la esperanza solo quedan los bares. Vamos a un bar”.