Edgar Borges entrevista

Edgar Borges: «Escribir para descolocar toda lección absoluta de la realidad»

El escritor Edgar Borges está llevando a cabo una trayectoria literaria de enorme envergadura y singularidad.
 
Una obra atravesada de un interesante cuestionamiento crítico de la realidad a través de una reivindicación constante de lo pequeño. Ficciones que ejercen de contrapoder al ensordecedor ruido externo que nos desenfoca lo importante entre capas y capas de distracción banal y falsos consensos.
 
Sus libros han sido galardonados con varios premios internacionales y han sido elogiados por autores como el premio Nobel Peter Handke o Enrique Vila-Matas. Entre ellos podemos destacar La niña del salto, La contemplación o el El hombre no mediático que leía a Peter Handke.
 
Enjambres, su última obra, publicada por Altamarea está llena de sorprendentes coincidencias con la actualidad. Cinco jóvenes se refugian en el bosque de una sociedad enloquecida en una guerra de todos contra todos que parece preludiar el precipicio en el que podemos llegar a convertirnos.  

 

¿Cuándo escribías Enjambres se te pasó por la cabeza en algún momento la posibilidad de un colapso global similar al que está ocurriendo con el COVID-19?

Enjambres es el resultado de muchos colapsos que me pasaron por la cabeza, antes y durante el proceso de creación de la novela. Entiendo el COVID-19 como un gran problema más de los muchos que se están metiendo por los innumerables agujeros que tenemos en torno a nuestra realidad. Nuestra realidad ha colapsado y se seguirá desplomando hasta que seamos capaces de diseñar otra noción de sociedad.

Toda situación tiene su contrapeso, ojalá cada quien desde su individualidad sea capaz de participar en una nueva noción del mundo que no solo incluya a los suyos sino también a los otros.

¿Crees que todo esto va a cambiarnos en algo?

Mucho se dice que después del COVID-19 nada será igual. Pero hay que detenerse a pensar quién y por qué dice esto en el escenario público. Distinguir por qué nada tendría que ser igual. De nada serviría esta crisis si lo que vamos a hacer es acelerar la absurda carrera hacia la destrucción. Bien que nada siga igual porque la situación nos lleve a comprender el mundo desde la sensibilidad a favor de la creación de otra conciencia, pero debemos desconfiar de quien pretenda asumir la pandemia como un gran paso en la domesticación de lo humano.

Si esta batalla la gana el discurso del miedo, si el cambio que vamos a aceptar es mayor docilidad ante las circunstancias y menor imaginación ante la verdad que nos venden, entonces el mundo se convertirá en un campo de cárceles invisibles.

Detrás de toda crisis hay interesados en gestionar el miedo y la vulnerabilidad de las personas. Pero también es cierto que de la crisis surgen nuevas perspectivas e intentos de realidades más humanas. Es probable que la crisis del COVID-19 nos cambie en distintos sentidos. En ese río de posibles cambios el que más me interesa es el replanteamiento de la realidad. Espero que seamos capaces de reinterpretar nuestra responsabilidad ante el mundo; ojalá el tiempo en confinamiento haya servido para identificar en nosotros sensibilidades y asperezas que, hasta entonces, creímos ajenas. Toda situación tiene su contrapeso, ojalá cada quien desde su individualidad sea capaz de participar en una nueva noción del mundo que no solo incluya a los suyos sino también a los otros.

Sin embargo, no me gusta nada el guión que nos pretenden escribir detrás y sobre cada crisis. En la crisis del COVID-19 se utilizan términos que podrían profundizar la división de lo colectivo. “Distanciamiento social”; “Quédate en casa”; “Estamos en guerra”, son algunas de las fórmulas que podrían tener consecuencias impredecibles en el futuro inmediato de la convivencia humana.

Quizá a nivel mundial hizo falta mucha más pedagogía de los gobiernos para explicar el confinamiento, pero sabemos que la mayoría de gobiernos actúan como si no gestionaran realidades de personas sino de números. También es cierto que la educación social que impera es invisible y se transmite a través de los medios de comunicación. Si esta batalla la gana el discurso del miedo, si el cambio que vamos a aceptar es mayor docilidad ante las circunstancias y menor imaginación ante la verdad que nos venden, entonces el mundo se convertirá en un campo de cárceles invisibles. Me quedo con una frase de Albert Camus: “Todos nosotros, entre las ruinas, preparamos un renacer. Pero pocos lo saben.”

¿Puede la literatura aportar algo en la defensa de los derechos humanos?

La literatura trastoca la mirada; golpea la razón y ubica al observador en otra perspectiva, en otras sensibilidades. La literatura abre el suelo y muestra los abismos. A partir de ahí todo es posible.

¿A quién le interesa que la literatura sea ‘solo’ un entretenimiento?

A quien ve un número en cada mirada.

Dice Vila-Matas de ti que ‘entiendes la literatura como un complot contra la realidad. ¿Está en lo cierto? (¿Qué opinas?)

Vila-Matas es un trastocador innato de la realidad, quizá el que más en lengua española. Él sabe lo que es conspirar literariamente contra la realidad, siempre me ha honrado que piense eso de mi obra. Escribir para descolocar toda lección absoluta de la realidad.

La literatura abre el suelo y muestra los abismos. A partir de ahí todo es posible.

Uno de los personajes de la novela dice: ‘Cuidado, hija, mucho cuidado, porque lo que quieren apagar de nosotros es nuestra lucidez’. Y a nosotros, ¿quieren apagarnos esa lucidez?

En Enjambres María José es una joven que siente que detrás suyo todo se derrumba, como si la tierra se estuviera hundiendo a sus espaldas. Una secuencia de abismos surge entre sus pasos. En medio de un mundo en caos unos padres imponen a sus hijos la huida a un bosque; María José forma parte de un grupo de cinco chicos que viven esta fuga impuesta. Su padre, en medio de la derrota de su propia cordura, le advierte que “nos quieren apagar la lucidez”. Sin embargo, ella quiere huir de la fórmula del padre y de todas las fórmulas de los adultos. Pero en su huida hacia adelante también hay un vacío. Es posible que estemos hablando de personajes que nacieron en un mundo que ya tenía la lucidez apagada.

En cuanto al escenario real, en la lucidez se libra la gran batalla por el control de lo humano. Hoy sabemos que nos quieren más tontos que lúcidos. La lógica del poder nos limita el conocimiento a las reglas que protegen sus intereses.

Estoy negado a que me impongan un modelo de sociedad virtual, las librerías y las calles tienen que seguir siendo espacios para la vida. Necesito seguir en sintonía con la naturaleza y sus contradicciones.

A la ya muy difícil supervivencia del mundo del libro se añade el efecto devastador de la presente crisis. ¿Cómo puede contribuir la sociedad a disminuir ese impacto?

En esta crisis son varias las editoriales que han invitado a los lectores a participar en mecanismos de ventas a favor de las librerías, por ejemplo, en cada compra en línea el lector dice a qué librería irá dirigido el dinero; en la creatividad y en el desafío de no aceptar ser parte de una caída que se pretende generalizada, se encuentran las claves. Yo estoy negado a que me impongan un modelo de sociedad virtual, las librerías y las calles tienen que seguir siendo espacios para la vida. Necesito seguir en sintonía con la naturaleza y sus contradicciones.

El presente nos encontró atrincherados en opiniones. Una opinión, un bando. Un grupo virtual, el mundo. Y en el afuera transitan solo enemigos. Un escenario de guerra que llevaba tiempo siendo alimentado por la fragmentación de lo colectivo.

La sensación de la ‘La guerra del todos contra todos’ que subyace en la novela tristemente no parece muy distinta de la realidad social. ¿Estamos asistiendo a una balcanización de lo social?

Desde siempre nos vendieron que el único lugar seguro era nuestra casa; más allá de la familia lo humano era sospechoso. Sosteníamos relaciones tensas forzadas por la buena cortesía. Hoy nos dicen que la única trinchera posible está ubicada en el espacio virtual. Toda presencia humana, sea familia, pareja o amiga, puede ser peligrosa. La confianza la compartimos con individualidades distantes que padecen un mismo miedo. El presente nos encontró atrincherados en opiniones. Una opinión, un bando. Un grupo virtual, el mundo. Y en el afuera transitan solo enemigos. Un escenario de guerra que llevaba tiempo siendo alimentado por la fragmentación de lo colectivo. Vender la opinión como arma de guerra generó milicianos que defienden parcelas de verdades. Hoy estamos en guerra contra nosotros mismos.

En la lucidez se libra la gran batalla por el control de lo humano.

Extrapolando de Enjambres a lo real, ¿qué sería esa plaga de insectos voladores?

Como autor es mejor que no opine sobre eso, el silencio es el estado ideal para interpretar las metáforas.

Y para acabar, recomiéndanos 3 libros, 3 películas y 3 canciones.

Tres libros: El proceso (Franz Kafka), Las olas (Virginia Woolf) y Pedro Páramo (Juan Rulfo). Tres películas: Tiempos modernos (Charles Chaplin), Dogville (Lars von Trier) y El club de la lucha (David Fincher). Y en el caso de la música, me van a disculpar que no pueda hacerlo, tengo en mente tantas canciones, grupos, solistas y estilos, que lo mejor es callar.