Suzy Hansen deconatus
Nueva York-Estambul ©Diagnóstico Cultura

Notas desde un país extranjero, de Suzy Hansen

«Este libro trata de una estadounidense viviendo en el extranjero en la era del del declive estadounidense».

A la periodista Suzy Hansen le iba bien cuando tomó la rupturista decisión de instalarse en Estambul dejando atrás las comodidades de su exitoso trabajo en los medios neoyorkinos, en un país todavía conmocionado y confundido por el brutal traumatismo del 11 de septiembre de 2001.

«La crisis de los veintitantos que me había lanzado fuera de Nueva York y hasta Estambul tal vez había sido mucho más profunda que cualquier crisis de género, clase o vocación. Mi crisis, como la de muchos otros estadounidenses, era por mi identidad nacional. La confusión en cuanto al significado del país propio,y sobre el lugar de ese país en el mundo, para cualquier persona, pero especialmente para los estadounidenses, quizá sea la crisis de identidad más básica de todas».

Con Notas sobre un país extranjero (Editorial De Conatus) fue finalista del premio Pulitzer 2017 en la categoría de no ficción.

«Le conté a todo el mundo que había elegido Turquía porque quería saber más sobre el mundo islámico. El motivo secreto por el que quería ir era que mi escritor favorito, James Baldwin, había vivido de forma intermitente en Estambul».

Un interés por Baldwin que según relata había comenzado «en parte, porque él fue el primero que me explicó quién era yo: una blanca estadounidense con mucho que aprender».

Suzy Hansen cuestiona minuciosamente la parte inmutable de algunos mitos, la dificultad que conlleva ser conscientes de algunos prejuicios enraizados desde la infancia, la importancia de revisar alguna vez tu propia historia de aprendizajes y la constante negación del pasado que incomoda.

«Les habían contado una mentira, que Estados Unidos era el mejor, que su derecho de nacimiento eran el progreso, la prosperidad y la envidia y admiración del mundo».

Escarba con denuedo inmersivo en las posibles causas mantenedoras de algunas de las atribuciones habituales sobre Estados Unidos, los estadounidenses y su extendido relato de poder. Esa inveterada costumbre de comportarse como guardián del orden y guía del mundo, su anhelo soberbio, casi hierático con el resto, de insistir como creadores exclusivos de la realidad. Para ello, y sin anestesia conformista alguna, no duda en hacer tambalear sus propios cimientos embarcándose con plena franqueza en un exhaustivo replanteamiento de su cosmovisión, tomando una distancia geográfica necesaria que le aproxime a comprender de manera más honda y más real la historia que le contaron desde niña, tratar de resignificarla no mediante una acumulación pasiva de conocimiento pasado, sino más bien, como un ejercicio de construcción colectiva y activa de los significados comunes.

«Algunas máscaras simplemente no funcionaban».

«Lo preguntaba porque mis años como estadounidense del siglo XXI en el extranjero no fueron un alegre juego de autodescubrimiento y romanticismo, de esos que vemos en las películas; lo fueron más de devastación y vergüenza y, aún hoy, sigo sin conocerme a mí misma».

«Ahora, un estadounidense en el extranjero no tiene la misma confianza loca y sonriente. No quiere hablar tan alto. Siente siempre el sutil riesgo de romper algo».

«Yo era lo opuesto a los estadounidenses que había conocido en mi primera noche en la ciudad, que se quejaban de la comida, de los taxistas y del hecho de que los turcos no hablasen inglés. A mí me encantaba todo y me encontraba en un estado de constante genuflexión emocional ante aquella sociedad que me había permitido entrar».

«Pero a mí me daba la sensación de que ahora nuestros miedos se habían vuelto más personales, no temíamos la aniquilación colectiva, sino que nos despedazasen miembro a miembro».

«Si aprendía algo sobre Turquía, lo recibía como una feliz incoporación a mi mentalidad, como hacen las personas sencillas pero curiosas. Pero si aprendía algo acerca de Estados Unidos en Turquía -o más tarde en Egipto, Grecia, Afganistán o Irán-, lo percibía como una alteración».

Algunos libros operan despacio, no son ruidosos, no frecuentan el exceso ni están sustentados en ningún sustrato emocional fácil y efectista, no tienden trampas de atención como las que suele granjear inmediatamente el escándalo. No funcionan bajo mecanismos de acción rápida, pero avanzan con una firmeza tan honesta que al leerlos se incorporan al bagaje lector de una manera más sólida y duradera. Esos textos que después de mucho tiempo siguen instalados en la cabeza dando vueltas. Notas desde un país extranjero pertenece a esa estirpe.

«El antiamericanismo no es un resentido trastorno mental exacerbado por teorías conspirativas y por iras y envidias fuera de lugar. Es un corazón roto, un agazaparse a la defensiva, una relación de cien años, el desconcierto ante el hecho de que una enorme fuerza controle tu vida, pero no te conozca ni te ame».